Como un hecho inusual, la prensa destacó la preeminente participación de rectores de universidades tradicionales en la última “marcha estudiantil”.
Fue singular, ver a rectores que en 20 años, fueron útiles al sistema y lo implementaron, ahora encabezando manifestaciones, las cuales además, siempre se estructuraron en torno a peticiones perentorias de renuncia de los mismos.
Pero como la FECH, que siempre lleva el pandero en el ritual de marchas del primer semestre, está más interesada en acarrear agua a su molino, no ha visto inconveniente en abrazar al tradicional adversario; dejado a los rectores arrogarse un papel que no les corresponde.
No es que los académicos “hayan vistos la luz”, más bien a causa del cambio de gobierno, resultan ahora en la vereda de enfrente políticamente, Además, este nuevo gobierno impulsa transformaciones de fondo que afectarán su “clientela cautiva”. Misma “clientela” que ha debido padecer las ineficiencias, mediocridades y falta de proyección de dichas universidades tradicionales.
Lo más grotesco de la situación es que son, justamente estos rectores, quiénes durante décadas han establecido criterios abusivos e inconstitucionales de matrícula y titulación, cobrando despiadadamente aranceles atrasados, obligando a refinanciar en cheques y letras los diferenciales del crédito fiscal y montos de matrícula, y en caso contrario impidiendo la matrícula. Así han cercenando, sueños personales, familiares y en definitiva, el desarrollo personal de miles quienes estudiaron en la educación superior, sin lograr terminar sus procesos. Y de paso, montándoles una mochila de deuda sin las herramientas para enfrentarla.
Bien harían los honorables rectores, en vez de subir en la hora nona al carro estudiantil, mejorar la calidad del servicio que ofrecen, administrar sus funcionarios ineficientes y profesores de mala calidad, innovar y promover una verdadera vida académica y especialmente dejar de hacinar estudiantes de primer año, al extremo de tener 130 alumnos en lo que originalmente fue un pasillo y con un profesor, tal como experimenté durante todo mi primer año de derecho.
Pero principalmente, no esperar que a pesar de toda dicha ineptitud, el Estado les siga otorgando preeminencia frente a notables universidades privadas como Diego Portales. Pero y especialmente, en desmedro de los Centros de Formación Técnica, quienes educan a la mayoría más pobre de la población chilena y que no tienen acceso al privilegio crediticio del alumnado de las universidades tradicionales.
El verdadero problema del actual sistema de educación superior, es que promueve la discriminación, constituyendo una sociedad donde el estudiante de arquitectura, ingeniería, periodismo, etc., resulta mejor y más valioso que un constructor, un mecánico, un topógrafo o una secretaria.
Ese es un verdadero y monumental problema de movilidad social que los “termocéfalos de la FECH” se niegan a abordar y desprecian. Es patético ver a los movimientos de izquierda y comunistas defendiendo a los sectores privilegiados de la sociedad en desmedro del trabajador.
Y mejor ni entrar en el tema del absoluto desprecio por la responsabilidad social y la solidaridad como mecanismo para la construcción y la superación de una sociedad que ni asoma en el debate de la temática universitaria por parte de dirigentes y alumnado.
El verdadero liberalismo es aquel que otorga poder al individuo y pone a las instituciones al servicio de su mejor interés.
Escrito por Mario Bravo Barraza
Twitter: @bravo_barraza
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